Control de chat propuesto por Dinamarca: una paradoja de la privacidad

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Dinamarca ha presentado una propuesta revisada para el control del chat en toda la UE, intentando navegar en el complejo terreno de la seguridad en línea y la privacidad individual. Si bien el plan se aleja de la vigilancia obligatoria de todas las conversaciones privadas (conocidas como “órdenes de detección”), conserva importantes puntos de discordia que plantean serias preocupaciones sobre los derechos de los usuarios y la libertad de expresión.

La propuesta danesa introduce un sistema en el que las empresas eligen voluntariamente buscar contenido confidencial dentro de mensajes cifrados, en lugar de exigir un seguimiento constante por parte de las plataformas tecnológicas. Los críticos argumentan que esta distinción es engañosa porque la frase “voluntario” en la política de la UE a menudo opera como un empujón hacia obligaciones de facto. Las empresas que dudan en optar por no participar corren el riesgo de enfrentar presiones y posibles desventajas regulatorias, lo que las empuja efectivamente hacia el cumplimiento sin requisitos legales explícitos.

Esta dependencia de medidas voluntarias contradice directamente la postura del Parlamento Europeo (PE), que insiste en que el acceso a las comunicaciones privadas sólo debe concederse por orden judicial. El PE sostiene que esto es crucial para defender los derechos fundamentales de privacidad y establecer un límite claro contra posibles extralimitaciones por parte de las instituciones de la UE.

Más allá de la cuestión de las órdenes judiciales, la propuesta danesa enfrenta críticas en otros dos frentes críticos: las restricciones a los usuarios menores de edad y la supresión de las comunicaciones anónimas. El artículo 6 de la propuesta prohibiría efectivamente a las personas menores de 16 años instalar aplicaciones de mensajería populares como WhatsApp o Telegram, citando preocupaciones sobre el acoso en línea. Sin embargo, esta medida se considera poco práctica y fácilmente eludida por los adolescentes que utilizan VPN, una tendencia que ya es evidente en países con restricciones similares.

Además, el artículo 4(3) busca eliminar las cuentas anónimas de correo electrónico y chat, exigiendo a los usuarios que proporcionen documentos de identificación o datos de reconocimiento facial. Esta eliminación general del anonimato obstaculizaría gravemente la denuncia de irregularidades dentro del periodismo de investigación y las organizaciones de la sociedad civil, lo que podría paralizar la libertad de expresión y ocultar información crucial de la esfera pública.

La propuesta danesa destaca la lucha actual por equilibrar la seguridad en línea con las libertades individuales en la era digital. Si bien su intención de evitar la vigilancia general es un paso positivo, su dependencia de medidas voluntarias, las limitaciones al acceso de los menores a las plataformas de comunicación y las amplias restricciones al anonimato plantean serias dudas sobre si realmente protege la privacidad o sienta un precedente peligroso para futuros mecanismos de control.