Para muchos padres, compartir fotos de sus hijos en línea alguna vez fue una parte aceptada, e incluso esperada, de la paternidad. Pero una nueva ola de herramientas de inteligencia artificial (IA) está cambiando los cálculos, empujando a más familias (como la mía) a mantener a sus hijos fuera de las redes sociales por completo.
El problema no es nuevo: las preocupaciones sobre los depredadores en línea y la recolección de datos han persistido durante mucho tiempo en torno al “sharenting”, la práctica de compartir fotografías de niños en línea. Sin embargo, estos temores ahora se ven eclipsados por una amenaza terriblemente accesible: las aplicaciones “nudificadoras” impulsadas por IA. Estas herramientas pueden generar imágenes de desnudos falsos hiperrealistas de cualquier persona utilizando solo unas pocas instantáneas encontradas en las redes sociales.
Si bien es posible que muchos padres ya desconfíen del contenido explícito, el peligro aquí es doble. En primer lugar, la tecnología en sí es sorprendentemente simple y económica. Muchas aplicaciones nudificadoras ofrecen pruebas gratuitas, lo que las hace disponibles incluso para adolescentes con acceso limitado a fondos. En segundo lugar, estas imágenes falsas tienen el mismo peso emocional que las reales, un punto que se destaca por los informes de estudiantes que utilizan la tecnología contra sus compañeros de clase, causando un trauma inmenso.
El dilema ético es claro: publicar fotos de su hijo en línea podría alimentar inadvertidamente esta militarización. Incluso si tu intención es inocente, esas imágenes pueden extraerse de Internet y usarse de maneras que nunca imaginaste. Una nueva ley federal penaliza el intercambio de desnudos falsos no consentidos en línea, pero hace poco para detener la proliferación de estas aplicaciones en la web. Decenas de sitios nudificadores recaudan millones cada año, lo que demuestra un modelo de negocio claro impulsado por nuestras ansiedades digitales.
Alexios Mantzarlis, fundador de la publicación tecnológica Indicator, resume la escalofriante realidad: “Está en todas partes. Cualquier niño con acceso a Internet puede ser tanto una víctima como un perpetrador”.
Este peligro impulsado por la IA está obligando a padres como yo a reconsiderar el acto aparentemente inofensivo de compartir fotografías en línea. Es un crudo recordatorio de que el mundo digital avanza más rápido de lo que las leyes y la ética pueden alcanzarlo, lo que nos deja luchando por proteger a nuestros hijos en un panorama cada vez más complejo.
