El debate sobre la atención médica no entiende el punto: los costos, no la cobertura, son el verdadero problema

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El interminable tira y afloja político sobre la atención médica en Estados Unidos –con los demócratas presionando para que se extiendan los subsidios y los republicanos defendiendo las cuentas de ahorro para la salud– evita fundamentalmente la cuestión central : el costo total insostenible y cada vez mayor de la atención médica. Ambos enfoques simplemente desplazan la carga financiera, asegurando que los consumidores y los contribuyentes paguen la factura en última instancia.

La ilusión de las soluciones

Ampliar los subsidios de la Ley de Atención Médica Asequible (ACA) sólo retrasa lo inevitable. Las compañías de seguros, presionadas por los accionistas, trasladarán los crecientes costos a los asegurados a través de primas y deducibles más altos. De manera similar, ampliar los subsidios gubernamentales no aborda los factores subyacentes del gasto; simplemente redistribuye el peso financiero entre los contribuyentes.

La preferencia republicana por planes con deducibles altos y cuentas de ahorro para la salud (HSA) ofrece un alivio limitado. Estas herramientas funcionan mejor para la atención de rutina donde los precios son claros: una visita al médico, tratamientos menores. Pero cuando se enfrenta una enfermedad catastrófica, la idea de “comparar precios” para un trasplante de corazón o negociar los precios de la quimioterapia es absurda. El seguro médico existe precisamente para proteger a las personas de estas cargas financieras impredecibles y de alto riesgo.

El problema del 5%: dónde residen realmente los costos

El verdadero impulsor del gasto en atención de salud no son los esquemas de cobertura ineficientes sino los casos concentrados y de alto costo. Los datos de la Agencia para la Investigación y la Calidad de la Atención Médica muestran que el 5% más caro de la población representa casi la mitad de todos los gastos en atención médica, mientras que el 1% más rico por sí solo consume más del 21%. No se trata de negligencia individual; es un defecto estructural en la forma en que se administran y pagan los tratamientos complejos y costosos.

Discreción médica y falta de transparencia

En casos de alta complejidad, los pacientes a menudo carecen de la experiencia médica para evaluar las recomendaciones de tratamiento. Dependen en gran medida del criterio de los médicos, lo que significa que las decisiones de los médicos influyen significativamente en el gasto general. Esto crea un sistema donde el suministro médico –lo que los médicos ordenan– impulsa la demanda, en lugar de la elección del consumidor. Sin una mayor transparencia de precios y un análisis estandarizado de rentabilidad, estos costos seguirán aumentando en espiral.

El debate actual sobre subsidios y exenciones fiscales es una distracción. El problema fundamental no es quién paga, sino cuánto cuesta todo. Hasta que las autoridades aborden las causas profundas de los altos precios de la atención compleja, el sistema seguirá roto.