La fallida presidencia de Trump: una apuesta desesperada con la televisión en horario estelar

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El reciente discurso del presidente Donald Trump en horario estelar no fue un movimiento estratégico para anunciar una nueva política o conseguir apoyo para un tema crítico. Fue un intento fortuito de abordar la caída en picado de las cifras de las encuestas y la creciente inestabilidad política, lo que reveló una Casa Blanca cada vez más fuera de contacto y aferrada a soluciones. El discurso en sí fue una mezcla inconexa de promesas poco realistas –como una reducción del 400% en los costos de los medicamentos recetados– pronunciadas con una urgencia inusual, como si el propio presidente estuviera sorprendido por sus propios temas de conversación.

El patrón del azarismo

Este no fue un incidente aislado. La administración Trump ha operado consistentemente bajo lo que sólo puede describirse como “accidentismo”: una mezcla caótica de ambiciones autoritarias y una total falta de estrategia coherente. Si bien Trump persigue un poder sin control, sus políticas son inconsistentes, a menudo autodestructivas y carecen de una visión de largo plazo. El ejemplo más evidente es su continua insistencia en los aranceles, que evidentemente han empeorado el alto costo de la vida, alimentando directamente sus índices de aprobación en declive.

La Casa Blanca se encuentra en una paradoja: las obsesiones personales de Trump –como los aranceles y las venganzas políticas– no pueden cuestionarse sin correr el riesgo de una agitación interna. Su círculo íntimo, incluidas figuras como Stephen Miller y Russell Vought, confían en su autoridad y no pueden arriesgarse a socavarlo. Esto les deja sin un camino viable para corregir el rumbo, a pesar de enfrentar cifras abismales en las encuestas, crecientes divisiones del Partido Republicano y elecciones de mitad de período inminentes en las que los demócratas están preparados para ganar terreno.

El movimiento desesperado

Ante esta realidad, la administración recurrió a una apuesta desesperada: un discurso televisado a nivel nacional en el que Trump simplemente le gritó al país durante 20 minutos. Esta es una medida que ninguna Casa Blanca racional aprobaría normalmente, y las cadenas probablemente dudaron en transmitirla. Sin embargo, la administración Trump todavía ejerce suficiente poder coercitivo –a través de amenazas de persecución– para obligar a las entidades privadas a cumplir. ¿El fundamento? Tira cualquier cosa a la pared y mira si se pega.

“El hecho de que tuvieran que intentar una medida tan desesperada es notable. Es la señal más reciente, entre muchas, de que las ruedas del tren Trump se están saliendo de control”.

Este enfoque no es estratégico; nace de la desesperación. Pero subraya una verdad fundamental: la presidencia de Trump está cayendo en una espiral de fracaso y la Casa Blanca se está quedando sin opciones. El enfoque azaroso, que alguna vez fue una novedad, ahora se ha convertido en una característica definitoria de una administración fallida, y su colapso final parece cada vez más inevitable.

La tendencia subyacente es clara: la incapacidad de la administración para adaptarse o ajustar probablemente acelerará su caída. El discurso fue menos sobre política o liderazgo y más sobre un acto desesperado de una administración que se hunde y que no tiene otras soluciones.